Mediterráneo: enraizamiento y ligereza

El Mediterráneo tiene un vínculo profundo con el enraizamiento, entendido tanto en sentido literal como figurado. Por eso, el diseño que lo evoca debe incluir elementos que funcionen como anclajes visuales, capaces de contrarrestar la suavidad cromática de materiales como la piedra, la terracota o la madera lavada. De algún modo, actúan como asideros frente a lo etéreo, aportando peso y presencia. En este equilibrio, el metal oscuro y mate se convierte en un aliado esencial.
Cuando pensamos en interiores de esencia mediterránea, nos vienen a la mente la luz cruda, las paredes encaladas, la tibieza de la piedra bajo los pies descalzos. Todo parece, en cierta forma, flotar. Pero hasta el vuelo más ligero necesita un suelo desde el que impulsarse. La ligereza del Mediterráneo no se sostiene sola: necesita de sus raíces fuertes y de anclas pesadas que le devuelvan el sentido de la pertenencia a la tierra.
El metal como anclaje
Aquí es donde el metal, usado con medida y sentido, encuentra su lugar. No es un invitado habitual en el código tradicional de la arquitectura mediterránea, pero cuando aparece —discreto, mate, oscuro—, cumple una función importante: actúa como un núcleo invisible que organiza la ligereza circundante. En Bosco, algunas de nuestras piezas encarnan la búsqueda de este equilibrio.
La estantería Cala Corb, con su estructura de metal en antracita y su cuerpo de teca reciclada maciza, combina dos estantes abiertos y un armario cerrado, reforzando la combinación entre liviandad y solidez.
La mesa de comedor Ermita, fabricada artesanalmente con madera de teca noble reciclada —curtida por el tiempo y con algo que explicar—, muestra una estructura robusta sostenida por patas de aluminio negro lacado al polvo. El diseño de la mesa Ermita es de líneas sobrias, un estilo rustico contemporáneo que fácilmente encaja en cualquier tipo de ambiente.
La vitrina Sant Antoni, por su parte, encaja esta filosofía desde su propio diseño: madera de teca rasgada muestra la huella de los años, cristal que deja pasar la luz y metal oliváceo que actúa como vértebra discreta, articulando la estructura sin robarle protagonismo.
Texturas mate: la clave de la integración
El acabado mate es crucial. Un metal brillante rompería el hechizo, su presencia es estridente. En cambio, el hierro envejecido, el latón con pátina, el acero cepillado o el lacado al polvo se integran como armoniosamente dentro de la arquitectura de un mueble mediterráneo.
Con el color ocurre algo similar: por muy mate que sean, los colores claros siempre rebotan más luz y es fácil que acaben robando un protagonismo que le debemos dar siempre a la madera. Por eso, la mayoría de las veces optamos por el negro y, cuando no, nunca pasamos de un oliváceo, como el de la vitrina Sant Antoni.
Es una cuestión de equilibrio: de saber cuánto peso pedirle al metal y cuánta luz dejar pasar entre sus formas. De permitir que los materiales convivan sin que ninguno acalle al otro. De reconocer que la belleza del Mediterráneo no está solo en lo que se mueve, sino también en lo que sostiene.