El diseño escandinavo vs. el diseño mediterráneo

Si analizamos a grosso modo (y con escasa sensibilidad) el diseño escandinavo y el mediterráneo veremos que tienen grandes pinceladas en común: apuestan por la madera clara y la fibras naturales, optan los colores neutros y la luminosidad y huyen de lo ostentoso, priorizando las formas simples sin ornamentos innecesarios. Estos son datos y son innegables. Pero vamos ahora a apelar a lo que sea que va más allá de lo tangible y preguntarnos: “¿Qué hace entonces que los sintamos tan y tan diferentes?”
La pregunta es tan sencilla de responder como difícil de argumentar: observar un diseño escandinavo sería comparable a mirar el mar del Norte desde lo alto de un acantilado, mientras que pararse frente a uno mediterráneo se parecería a un atardecer con los pies mojándose en la orilla de Cala Macarella. En ambos casos, frente a nuestros ojos, agua infinita. Pero entre la sensación que nos provoca uno y el otro cabe un mundo o quizás más.
Y hasta aquí la respuesta. Vamos ahora a hacer un análisis exhaustivo que nos permita detectar por qué es tan distinto lo que transmiten:
1. Orígenes y contexto histórico
El diseño escandinavo surge a principios del siglo XX para consolidarse en los años 50, con el modernismo nórdico. Nace como respuesta a la necesidad de funcionalidad, sostenibilidad y adaptación a inviernos largos y oscuros.
El mediterráneo, en cambio, no es un estilo definido en una época concreta, sino una evolución orgánica influida por la arquitectura vernácula y las condiciones climáticas del Mediterráneo. Se nutre de culturas como la griega, la romana e, incluso, la árabe.
2. Materiales y acabados: la diferencia está en la pátina
El diseño escandinavo se nutre de las maderas más abundantes en su territorio, como la de abedul, conífera y fresno, todas en tonos claros y tratadas para ser lisas, uniformes y resistentes al desgaste. Los acabados son mate o aceitados.
En el mediterráneo optamos por maderas más robustas y cálidas, como el roble, el nogal y la teca. Estas suelen presentar vetas marcadas, cierta irregularidad y un envejecimiento natural que se valora como parte de su belleza.
3. La luz fría y difusa vs. la cálida y contrastada
En los planteamientos de diseño escandinavo predomina la luz indirecta y suave, con grandes ventanales que maximizan la claridad. El uso de blancos y tonos neutros sirve para reflejar la luz en los meses oscuros.
En el diseño mediterráneo nos podemos permitir jugar con sombras y contrastes (si algo nos sobra, es luz). Paredes encaladas que rebotan la luz del sol, persianas de madera o caña que tamizan el resplandor y lámparas de fibras naturales que proyectan sombras orgánicas son nuestras aliadas.
4. Fabricados para ser eficientes, fabricados para disfrutar
En el diseño escandinavo cada objeto tiene un propósito claro. No hay elementos superfluos. Prioriza la ergonomía y le encanta la modularidad.
En el mediterráneo, la funcionalidad es importante, por supuesto, pero la emoción lo es mucho más. Los muebles invitan al descanso, al disfrute y a la conexión con el entorno. Se piensan para ser vividos, y, si son de calidad, cumplen con creces su objetivo.
Solo lo inexplicable lo acaba de explicar
Ahora que hemos hecho un análisis minucioso de ambas tendencias, imaginaos que nos da por usar madera de fresno para fabricar una silla, o que exponemos una de nuestras mesas a una luz fría, o que nos da por crear algo modular. ¿Qué pasaría? Nada. Como mucho, que haríamos evidente que los argumentos se quedan cortos y tendríamos que volver al punto inicial, es decir, a lo intangible.
Deduciríamos entonces que el estilo escandinavo es racional, una elección consciente de estilo, y que el mediterráneo es un impulso, una respuesta, que es un poco luz y sal. Y veríamos también que las dos generaciones de ebanistas Bosco que nos preceden aún actúan, en cierta forma, a través de nuestras manos; y que la ramita de olivo que pinta una sombra danzarina sobre la madera no tiene nada que objetar.