Tejer muebles: diseño natural y ventilado

No, no se trata de un título erróneo ni de una nueva tendencia instagrameable que anima a hacer muebles de crochet. En nuestro artículo de hoy hablamos de una técnica antigua, tradicionalmente costera, que en Bosco hemos recuperado: el uso de fibras naturales tejidas en el mobiliario. Ah, y no es solo ornamental, pues también se trata de una solución técnica con siglos de historia, practicada ya en culturas ribereñas de Asia y el Mediterráneo desde la Antigüedad.
En estas regiones de clima cálido, donde la ventilación y la ligereza son condiciones necesarias, los muebles incorporaron materiales como el ratán, la médula, el mimbre o la cuerda como parte de la estructura misma. Estas fibras permiten aligerar peso sin renunciar a la resistencia, y su entramado genera superficies porosas que favorecen la transpiración, regulan la temperatura y resisten la humedad.
Materiales flexibles, funcionales y duraderos
La médula de ratán, la cuerda de papel o algodón trenzado, el mimbre pelado o la soga de yute son algunos de los materiales más habituales en este tipo de construcción. Entrando en tecnicismos, su comportamiento mecánico es resiliente, flexible y resistente a la tracción, lo que hace de estos materiales una opción óptima para todo mueble con el que se interactúa en el día a día.
Trabajados en tensión, y con técnicas tradicionales como el tejido en nido de abeja, el enrejado simple o el trenzado plano, aportan estabilidad sin necesidad de estructuras pesadas. Además, la incorporación de estos tejidos favorece el paso del aire y evita la acumulación de humedad, que es lo que los convierte en una opción coherente con nuestro clima, donde los cambios de temperatura y la carga del ambiente requieren soluciones resistentes y estables.
Diseño que respira
El tejido en estructura transforma por completo la percepción del objeto. Aunque es habitual verlo en sillas, en Bosco lo tratamos en muebles en los que ya no es tan común, como, por ejemplo, en el aparador La Vall: el ratán en puertas correderas no solo reduce peso y aporta profundidad visual, sino que permite que la pieza respire.
Es una forma de construir que incorpora ventilación pasiva, que modula la luz y que introduce una textura visual sutil pero eficaz. Frente a la opacidad de la madera maciza o los acabados lacados, añade una capa funcional y estética que trabaja a favor del espacio. El diseño deja de ser plano y se vuelve permeable, como lo son también los ambientes donde se integra este tipo de mobiliario: cocinas abiertas, salones luminosos, porches y estancias que viven el exterior desde dentro.
Sostenibilidad y producción a escala humana
Uno de los valores añadidos del mobiliario tejido es su bajo impacto ambiental. La mayoría de fibras utilizadas en estas propuestas (en el caso de Bosco, todas) son biodegradables, renovables y de origen vegetal. Al no requerir tratamientos químicos agresivos ni grandes procesos industriales, el resultado final conserva la textura natural de la materia y permite una mayor trazabilidad en toda la cadena de producción.
Muchos de estos tejidos aún se elaboran a mano o con herramientas básicas, lo que garantiza un control directo sobre la calidad y la durabilidad.
Y existe una última ventaja que, en este caso, no va en el sentido natural de la producción, que es el resultado, sino que hace el camino inverso: recupera e incentiva un oficio tradicional que, como la mayoría de ellos, una vez estuvo en auge y hoy se mantiene, siempre con esfuerzo, a una distancia ajustada pero prudencial de la extinción: el del trenzador o cestero.