No hay rincón del Hotel Suites del Lago en el que no haya una pieza de Bosco y, por tanto, no hay rincón en el que no se respire Mediterráneo. Son homólogos. De entre todos sus espacios, sin embargo, hay uno que merece que tratemos aparte: el restaurante Eco brasserie.

Así como algunos restaurantes son solo una prolongación del hotel que los alberga, hay otros que se convierten, si no en el corazón mismo del hotel, sí en sus ojos (que bien se dice que son el espejo del alma). Este último es el caso de Eco Brasserie, un espacio gastronómico que, si bien dialoga en armonía con la identidad del conjunto, posee una propia y marcada personalidad: diseño consciente y una estética menorquina reinterpretada con sensibilidad contemporánea.

Este proyecto, como el resto del hotel, estuvo orquestado por Blak Interiorismo, lo que en Bosco —que ya hemos trabajado juntos— traducimos como que tendremos que dar lo mejor de nosotros mismos. Desde el inicio, el encargo nos exigió no solo por la variedad de piezas y acabados, sino por una coherencia estética milimétrica, presente en cada detalle.

Vamos a descubrirlo.

Una sala ordenada por el mueble central

La distribución del comedor se articula en torno a una gran pieza central: una serie de sofás tapizados a medida que fabricamos en Bosco y que definen el ritmo del espacio. El reto estaba en ofrecer comodidad sin romper la fluidez visual ni restar protagonismo a la arquitectura.

Diseñamos estos sofás con proporciones estudiadas, líneas limpias y un tapizado en tonos neutros que aportase calidez sin sobresalir. Se buscaba una pieza elegante y discreta, que organizara sin dividir y que funcionase como punto de apoyo sin convertirse en barrera.

Un paisaje sonoro invisible

Uno de los elementos más complejos de resolver fue la acústica. Los restaurantes son espacios exigentes: deben absorber el sonido, sin apagar el ambiente. Para lograrlo, desarrollamos e instalamos un sistema de techos panelados con piezas tapizadas fonoabsorbentes, diseñadas a medida y cuidadosamente integradas en el diseño general. Su función técnica era clara, pero también la estética: debían comprometerse con el resto de materiales nobles del espacio y reforzar esa sensación envolvente, sosegada, que se respira nada más entrar.

Una barra escultórica que ordena el espacio

En uno de los extremos del restaurante se encuentra la barra de cocina, una pieza clave tanto desde el punto de vista funcional como compositivo. Está revestida en mármol veteado, con una base de líneas rectas y proporciones generosas. Sobre ella se alza un altillo metálico en hierro lacado, diseñado con un aire industrial suave que añade contraste sin romper la armonía. Cada elemento de esta barra —desde la estructura hasta los remates— ha sido desarrollado en nuestros talleres, cuidando tanto el aspecto técnico como el formal.

Madera de roble como hilo conductor

La madera natural, especialmente el roble, se convierte aquí en uno de los grandes protagonistas del lenguaje visual. Desde las marquesinas de entrada, que delimitan los espacios sin cerrarlos, hasta los aparadores y barras auxiliares, todas las piezas han sido fabricadas en Bosco de forma artesanal.

Cada unión, cada acabado al aceite, cada textura cepillada ha sido trabajada para transmitir solidez, calidez y honestidad. La madera no pretende brillar ni destacar; lo hace, simplemente, porque se deja ver tal como es.

Un exterior que es un soplo de aire fresco

La experiencia de Eco Brasserie no termina en el interior. Al otro lado del gran ventanal, la terraza prolonga el espacio gastronómico hacia la luz natural y el aire menorquín. Aquí, cada elección habla el mismo lenguaje que el interior: materiales nobles, siluetas amables, estética atemporal.

En Bosco nos encargamos del suministro del mobiliario exterior, seleccionando y adaptando piezas que pudieran resistir la intemperie sin renunciar al diseño. Las sillas combinan estructura metálica negra con asientos en lamas de madera que se integran perfectamente en el conjunto. Las mesas, también de madera natural, repiten el mismo gesto: líneas sobrias, proporciones equilibradas y un acabado que se deja leer a la luz del sol.

Una vez más, se trata de acompañar. De construir un escenario donde lo importante no es el mueble, sino lo que ocurre en torno a él. Pero también de entender que sin el mueble, ese “en torno” no sería igual.